No es un adiós para siempre, es un adiós por un instante. Es más, ni siquiera es un adiós. Ni tan solo un hasta luego. Es tan solo un cambio de tercio.

Cuando me plantee hacerme escritor, hice un curso de escritura creativa que recomendaba encarecidamente dedicar al menos una hora cada día a escribir algo, lo que fuera. Entonces, se me ocurrió que podría escribir relatos y publicarlos en un blog. Hasta ahí, yo creo que atiné.
Sin embargo, no me detuve ahí. Expandí mi objetivo a escribir un relato cada semana. Todos los martes, a eso de las siete de la tarde, con la idea de que fuera como una serie. Por desgracia, no calibré bien la cantidad de trabajo que requería ese plan. Pensaba que escribiendo una hora cada día me daría para tener relatos de sobra. No obstante, la realidad ha demostrado que me equivocaba.
Ahora mismo tengo seis relatos en proceso. Algunos más adelantados que otros. Sí, podría darle un último empujón a uno de ellos y publicarlo hoy mismo, pero no es lo que me apetece. Ponerme unos plazos tan cerrados me ha venido bien para coger el hábito, hasta ahora he podido cumplir con mi propósito y llevo ya más de veinte relatos publicados. Pero, por otro lado, a veces escribo sin ganas y he publicado dos relatos con los que no estaba del todo satisfecho para llegar a tiempo.
Por eso, he decidido que voy a cancelar el proyecto de publicar cada semana y, en lugar de eso, iré publicando a medida que tenga algo que considere que vale la pena mostrar. Espero que los doce lectores asiduos de mi blog me sepáis entender. Creo honestamente que será mejor para todos.
Prometo no haceros esperar mucho.